El Jardín de la casa

A medida que mi vínculo emocional y sensorial con este pedazo de tierra crecía, la idea del jardín se fue consolidando. Un entorno sostenible, que potenciara la biodiversidad y cambiara con las estaciones. Que se integrara con las vistas del valle, abierto y sin fronteras, en el que al mismo tiempo me sientiera protegida del mundanal ruido. Mi refugio, mi Shangri-La.

Ahí estaba mi apuesta creativa: un jardín silvestre y libre, pero íntimo y muy personal.

En este proceso intuitivo, el jardín me habla y yo le escucho, en un baile sin tregua entre mi creatividad y sus necesidades. Y es en este dialogo ininterrumpido con la tierra donde este va tomando forma muy lentamente.

Entender con la experiencia que las plantas son seres sociales ha transformado mi mirada. Ahora me interesa más el efecto visual y emocional que me provoca su interacción que su valor estético individual. Desde esta perspectiva de conjunto, la visión plástica va siempre de la mano de la ecológica. Crear comunidades de plantas resilientes, que aguanten temperaturas extremas y que enriquezcan al jardín todo el año es mi prioridad.

Ya visualizo la posibilidad de crear con el tiempo un gran jardín de corte, que integre mi pasión por la jardinería y mi trabajo como floricultora. Con amplias variedades de vivaces y anuales, que participen en el ecosistema y me alegren la vida mientras esperan el corte, cuando sea solamente necesario.